julio 27, 2024

El jinete absuelto y la masacre del Tlatelolco

Jalisco resguarda entre pintores, poetas y arquitectos a uno de los artífices de la matanza de Tlatelolco, ninguna comisión de cultura se ha cuestionado su estadía en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Foto: cortesía

Jalisco resguarda entre pintores, poetas y arquitectos a uno de los artífices de la matanza de Tlatelolco, ninguna comisión de cultura se ha cuestionado su estadía en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Ricardo Balderas

Si me lo preguntan –Tiene una expresión un poco cínica– el bronce en sus mejillas no esconde el hedor a sangre y dudas. Murió el 9 de abril de hace 38 años; los restos mortales del general Marcelino García Barragán le recuerdan a la ciudad el motivo por el cual la Universidad de Guadalajara no podía ejercer intercambios con la máxima casa de estudios del país, la Universidad Autónoma de México. En Jalisco se abandonó y criminalizó a los estudiantes asesinados en Tlatelolco. Y los capitalinos tienen buena memoria.

Cuatro nombres son indispensables para mapear lo que ocurrió aquella tarde del el dos de octubre, donde miles de gendarmes pintaron con sangre la Plaza de las Tres Culturas; el  general Alfonso Corona del Rosal, a quien Barragán culpó por no haber contado la verdad de lo ocurrido en su libro de memorias; Luis Echeverría y Gustavo Díaz Ordaz, los más impresentables de quienes han ocupado la Silla del Águila; y el también hombre de armas, Marcelino García Barragán, soldado rebelde que olvidó la revolución por un escaño.

El argumentó que utilizó García Barragán para justificar el genocidio que dirigió en Tlatelolco de 1968, fue la aparición de un «Grupo subversivo interesado en imponer un régimen socialista en México», al cual obviamente jamás identificó, y se limitó a culpabilizar a los presos políticos de la masacre.

Y el otro gendarme comparte la versión: “Mi verdad es que los jóvenes fueron engañados por comunistas”, comentó Alfonso Corona increpado por medio centenar de reporteros durante la presentación de su libro autobiográfico. De la carta que García Barragán envió a la Revista Proceso antes de su muerte y donde denunciaba la secrecía de Corona, nada se comentó.

El único hecho innegable, es que ambos Corona y Barragán pasaron el resto de su vida hablando del tema y responsabilizándose (parcial o totalmente) entre ellos. Remordimiento le dicen. 

Pero el tema es el de la escultura. La pieza de bronce que sobre pasa los dos metros de altura y un peldaño de cantera con una placa donde se presume “orgullosamente” el nombre y cargo principalmente de políticos y pintores. Decía el escritor colombiano Fernando Vallejo que: “La gloria es una estatua donde se cagan las palomas”. Nada más acertado.

LA LEY QUE TODO OLVIDA

En entrevista para Número Cero, la actual presidenta de la Comisión de Cultura del Congreso del Estado de Jalisco Kehila Ku Escalante explicó los pasos que la comisión seleccionadora contempla para elegir a qué personaje construirán un monolito. Básicamente dijo que son los diputados quienes eligen. 

Primero se requiere una solicitud por escrito presentada ante el Pleno para que este, a su vez, derive dicha petición a las comisiones de Cultura, Ciencia y Tecnología y Educación para que después de realizada la exposición de motivos, sean los congresistas quienes eligen si se queda o no.

Pero el problema no es llegar (basta con tener amigos de algún color). El verdadero problema radica en irse de la Rotonda. Actualmente no existe ningún mecanismo de investigación o validación de carrera que justifique la decisión tomada por los asambleístas pasados y pese a algunas quejas por personajes incómodos, la actual Ley de beneméritos de Jalisco “Olvidó” contemplar ese detalle en su interior. 

“Para instaurar a alguien en la Rotonda, se inicia con la propuesta por parte de alguna asociación, de parte de algún grupo de la sociedad civil, familiares incluso que pretenden reconocer el trabajo de algún personaje que haya destacado en la vida del estado en la materia que se haya desempeñado, arte, música, pintura, política, diferentes ramas; y esa propuesta debe de llegar como iniciativa al Pleno, se turna a las comisiones de Cultura y de Educación para que dictaminen en conjunto.

La comisión para honrar beneméritos tendría que ser quienes eligen la permanencia de los ilustres en la rotonda. Pero la Ley no tiene un margen para decir —Vamos a quitar a alguien y poner a alguien más en su lugar—. Para poder aprobar la Ley de Beneméritos hicimos varias mesas de trabajo en la que sí surgieron varias voces que decían —oye, tal personaje no debería estar ahí—, pero otros decían que sí hubo una discusión, pero jamás abordamos el tema de si los que ya están ahí se puedan retirar”, comentó la diputada.

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