Aprender en mi lengua. Una deuda pendiente con las infancias indígenas
¿Qué sucede cuando se pasa por el sistema de educación básica sin entender español? El derecho a aprender en la propia lengua no está siendo garantizado en la mayoría de las escuelas que atienden las niñas y los niños indígenas de nuestro país. Presentamos una reflexión y una experiencia alentadora desde Nenemi Paxia que nos muestra que hay posibilidades de generar nuevas formas de aprendizaje en nuestras lenguas
Quetzalli Sotelo Schmelkes*
¿Qué sucede cuando se pasa por el sistema de educación básica sin entender español? El derecho a aprender en la propia lengua no está siendo garantizado en la mayoría de las escuelas que atienden las niñas y los niños indígenas de nuestro país. Presentamos una reflexión y una experiencia alentadora desde Nenemi Paxia que nos muestra que hay posibilidades de generar nuevas formas de aprendizaje en nuestras lenguas.
María, una niña tseltal de una comunidad en Chiapas, aprendió español hasta que llegó a tercero de secundaria. Cuenta que hasta cuarto grado de primaria sus docentes le hablaban en tseltal y lo hacían principalmente para darle indicaciones, pero todos los contenidos escolares estaban en español y se impartían tal cual, sin importar si las y los estudiantes entendían o no.
Se alfabetizó en español sin comprender una palabra de lo que leía. Con mucha dificultad para que su papá le diera permiso de seguir estudiando, concluyó la secundaria. Antes de su graduación, huyó de casa para evitar el compromiso que ya había adquirido su padre de casarla a cambio de una dote.
A los 15 años se fue sola a la ciudad, trabajó, y con sus ahorros pudo terminar la preparatoria. Para entonces ya se sentía un poco más segura con el español; sin embargo, aún le costaba mucho trabajo entender lo que leía. Después entró como educadora en Conafe y le pasó lo mismo, sufrió durante su formación porque no comprendía bien los temas que tenía que enseñar. Así fue como llegó a la escuela en una comunidad tseltal, donde hizo lo que le parecía más sensato, enseñar en español.
Por varios años tuve la oportunidad de visitar escuelas tseltales y tsotsiles en los Altos de Chiapas. Había dos escenarios que siempre se repetían: niñas y niños copiando en su libreta párrafos enteros de libros de texto en español, o sentados en sus sillas con la mirada perdida en la ventana o en la pared, escuchando hablar a su docente en una lengua que no entendían.
Según el censo 2020, el porcentaje de personas mayores de 3 años hablantes de lengua indígena que no habla español es del 11.8%. Es la población tseltal y tsotsil la que ocupa los lugares más altos de monolingüismo en lengua indígena en el país.1
Sin embargo, ninguna niña o niño tseltal o tsotsil es alfabetizado en su propia lengua, lo que significa que no experimenta el placer de entender las primeras palabras de lo que lee, y mucho menos de escribir su propio pensamiento. Aún peor: al ser alfabetizada una persona en una lengua de la que entiende poco o nada, está siendo forzada a simular el entendimiento, situación que persistirá hasta la adultez, dejándola muchas veces sin la posibilidad de dominar las cuatro habilidades de la lengua en español y tampoco en su propia lengua.
En 2015 el porcentaje de población de 15 años y más analfabeta entre hablantes de lengua indígena, era de 23%, mientras que en el resto de la población era de 4.2%2.
Muchos estudiantes ni siquiera tienen la suerte que tuvo María de que su maestro fuera tseltal. Aunque una niña atienda una escuela de modalidad indígena, sus docentes serán asignados no bajo el criterio de si hablan la lengua de sus estudiantes, sino bajo un criterio sindical en el que las y los docentes comienzan su carrera en comunidades alejadas, y por mérito, cada año los van reubicando más cerca de la ciudad donde quieren radicar. En el 40.3% de las escuelas con estudiantes hablantes de lengua indígena, el colectivo docente indígena no habla la misma lengua3 de las y los estudiantes.
Pero más allá de esta problemática, de por sí grave, sucede algo mucho más grave y traumático durante todas aquellas horas de clase de esos años tan valiosos de la infancia. Por un lado, las niñas y los niños se están desarrollando en un espacio que no es seguro para expresarse, por lo que se está apagando su curiosidad y ganas de aprender sobre lo que les asombra e interesa. Por el otro, están aprendiendo que su lengua no tiene valor y se está poniendo en juego la construcción de una autoestima robusta, pues viven un estrés crónico que en muchos casos se convierte en obstáculos para el desarrollo.
Históricamente el sistema que atiende infancias y juventudes indígenas ha sido colonizador, teniendo como objetivo el lograr que las y los estudiantes transiten de su lengua materna al español. El racismo y la discriminación han provocado que muchos padres y madres no quieran que en la escuela se enseñe su lengua porque no quieren que sus hijas o hijos sufran lo que ellos sufrieron. El sistema educativo convenientemente ha obedecido y, con ello, el Estado ha fallado en ser garante del derecho de cada niña o niño de llegar a un bilingüismo equilibrado, partiendo de aprender en su lengua, y haciéndole partícipe de su aprendizaje.
Es fundamental que niñas, niños y jóvenes indígenas vivencien el gozo de aprender desde su lengua materna; que puedan experimentar un espacio de confianza donde den rienda suelta a su curiosidad y puedan explorar aquello que les interesa. La ventana que les abre su lengua y su forma de ver, vivir, y entender el mundo es única, y la escuela tiene que aprender a orear su aula con el viento fresco que entra cuando se abren las puertas y ventanas de par en par. Hay mucho aprendizaje profundo sucediendo afuera; miles de años de sabiduría de sus linajes en relación con la tierra y sus cultivos están sucediendo a la par que ellos están sentados en sus bancas con la mirada perdida. El vocabulario vivo y rico que nombra su mundo está únicamente afuera, cuando podría tener espacio dentro del aula.
La deuda con las infancias y juventudes indígenas ya no se puede seguir prolongando. No existe una metodología que abarque todos los escenarios lingüísticos y pedagógicos de cada lengua y sus variantes, y que además se expresen en cada una de las aulas de nuestro país. Se necesita desarrollar soluciones múltiples acordes a cada realidad, y que éstas estén disponibles para que otras realidades con escenarios sociolingüísticos similares las puedan utilizar.
Nosotros, desde Nenemi Paxia, Sinergias Educativas AC, tenemos un modelo educativo en seis lenguas indígenas para desarrollar el pensamiento crítico a partir del asombro, el cual, a la vez, fortalece las cuatro habilidades de la lengua. Esta metodología llamada Pautas para Pensar en mi Lengua (PaPeLe), se está implementando actualmente con 1,600 educadores comunitarios de Conafe en Chiapas y la ponemos a disposición de quien se interese en esta plataforma.
Se requiere también de una política pública educativa que reconozca la necesidad de contar con metodologías que arriben a un bilingüismo equilibrado partiendo de la lengua materna indígena del estudiantado. Prioricemos los escenarios de infancias hablantes de lengua indígena porque quedan pocos. Contamos con datos alarmantes, por ejemplo, en Yucatán la población de 65 y más hablante de maya es del 49.1% , mientras que las infancias de 3 a 5, tan solo constituyen el 6.5%4.
Es necesario, por tanto, que el colectivo docente en formación, que vaya a trabajar con población indígena, se sensibilice y comprometa con revertir esta situación, y que cuente con las herramientas y la formación en pertinencia cultural y lingüística necesaria para lograrlo.
María, aquella niña tseltal, se formó en PaPeLe en su segundo año como educadora. Durante este proceso se dio cuenta de que, en lugar de vivir desde lo que le faltaba, podía capitalizar todo lo que tenía: amor por las infancias, curiosidad, interés, y un conocimiento cultural y lingüístico vasto. Al darse cuenta de su potencial y sentirse acompañada, cambió su práctica docente y logró ser una educadora excepcional. Ahora, María trabaja en Nenemi Paxia y se ha convertido en co-diseñadora de la metodología y en una excelente formadora de formadores. Hay soluciones ya demostradas que surgen del pulso cercano a las aulas indígenas. Desde ahí es necesario proponer políticas públicas capaces de responder a lo que cada estudiante necesita para tener un aprendizaje de calidad que fortalezca su lengua y afiance su identidad.
………………………
Quetzalli Sotelo Schmelkes * Es integrante de MUxED. Bióloga de formación, documentalista, autora de la serie “Ventana a mi Comunidad». Desde hace 14 años trabaja en formación continua con docentes que atienden a población indígena; y en el desarrollo de modelos educativos con pertinencia cultural y lingüística, en Chiapas y Yucatán. Fue Oficial de programas de educación en la Fundación WK Kellogg. Es cofundadora de Nenemi Paxia Sinergias Educativas AC, y co-diseñadora y coordinadora de Pautas para Pensar en mi Lengua en la península de Yucatán.
1 INEGI, 2020, Censo de Población y Vivienda, 2020
2 Ver: Schmelkes, Sylvia (2019) “ En México la población indígena y la hablante de lengua indígena registran una mayor tasa de analfabetismo y un menor nivel de escolaridad”, INEE. https://www.inee.edu.mx/en-mexico-la-poblacion-indigena-y-la-hablante-de-lengua-indigena-registran-una-mayor-tasa-de-analfabetismo-y-un-menor-nivel-de-escolaridad-sylvia-schmelkes/ consultado 14 septiembre.
3 Directrices para mejorar la atención educativa de niñas, niños y adolescentes indígenas. México: INEE. https://www.inee.edu.mx/directrices-para-mejorar/directrices-para-mejorar-la-atencion-educativa-de-ninas-ninos-y-adolescentes-de-comunidades-indigenas/
4 INEGI, 2020, Censo de Población y Vivienda, 2020. https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/2020/